viernes, 30 de enero de 2009

Collage / La Fabrica de hacer vivos

("La Fabrica de Esferas", Yanin)



La fabrica de hacer vivos

Humeda de pis, encendia al dinosaurio en el exterior de las extrañas vestimentas deprimentes: una araña pollito y la pequeña lagartija, en el inverso tenia un caparazón amarillento que contagiaba erotismo. Un manicomio en el teatro. Pero para algunos repletas de espanto cuando la adicción de mi intestino coagulaba por el laser de alpha. Su insistencia era a traves de un acuario. En la textura de sus pelos había un ciclo del cenicero vampiro. Era enorme dentro de una casa y no había excepciones en la avenida del sol. El pasillo tenia tres iguales a una madera cuando marchaba sin hijos ni hijas en esa habitación de las horas vacias.

Tenia un saco de insectos vivos como si algo la fuera consumiendo. Tan limpia detectaba a la carpa de la capilla en la ciudad del ayer. Habia conocido su fortuna cuando la verdad de los epilépticos inventaban cuentos; gritando a un no que mentia y se convetia en un punto que absorbía las nubes. Su olor demostraba: mejor fumar la noche, revolcándose un pigmento para contemplar la búsqueda del orgasmo que deja rastros en el abismo; no consentido por un laberinto. Igual al encierro que aumenta y se precipita su reflejo. Parecen cortes, el control de la fabrica, un grano de suciedad. Como anestesia soplaban murmullos los materiales de un arqueólogo curioso que se escondia del mate lavado.

Sola la caja de hacer fantasmas, como si vivieran de la lámpara de gas o del verano sofocando mis neuronas detrás del oído para frenar la velocidad de su angustia… Tan hermosa parece bañada… No siente y las horas muertas; con el cuadro idéntico como si tuvieran polen. Estaba atravesada y se transportaba como esas que viven sobre el mito del mal. Puertas separadas , monótonas; de una birome galáctica , deseosos de los chillidos y los borraba. Pero ahogaba de insomnios por aquellas noches debajo de la tierra, un utero vencido entre los fantasmas del ascensor al infierno.

Solo la línea recta, cuando asfixia en la tierra, se evapora.
Bañaba el eco de las risas sin cesar que se asomaba en los acantilados y me toco espiarlo. Raspaduras rapadas y ahí rotaba, donde el transmisor duele. Un sueño profundo en trampolines unicornios.
El candado de cristal en el aire acondicionado; timpano en la piel con oídos lejanos. Podia asegurarme, el cuadro se veía de los gatos, se divertía. Me había encontrado. Sedimientos viejos; viajaban y dudo de la canasta trampa por colchones de arena, unos bichitos se arrodillaron en esas tarde de recolecta… Donde la nada…
Yanin