Los pececitos rojos que revoloteaban en la pileta nutritiva, parecían las luciérnagas que caían al agua como tirandose de un salto, marcando un remolino en el agua, para apagar la luz.
En el medio de la pileta, Ganesha, sobre una flor de loto celeste y una pesa de oro arriba de la flor para hundirla, pero ella seguía flotando porque nacía de una piedra.
Mientras pequeños sapitos saltaban por el jardín nocturno o se escondían detrás de las puertas, porque, quizás, creían que le iban a pisar un pie; las luciérnagas iluminaban el jardín como un gigante árbol de navidad.
No había otro asiento y el olor a queso de las alpargatas al aire libre; y los que estaban desocupados, estaban rodeados de voces y de ruidos...
Pero los pececitos eran los que saltaban como delfines en el océano que era la Gran pileta, quizás en busca de algún bichito. Las pequeñas hadas titilaban en el jardín, lejos del agua, mientras los peces formaban burbujas con sus saltos.
Las luces de las luciénagas estaban por todos lados, llegaban hasta el azul oscuro del cielo, parecían una estrella en la noche.
Abajo había un enorme hormiguero. Era de noche, pero las hormigas estaban trabajando, a lo largo de un camino, como si feran caminantes
Ahora estaba en frente de la Luna. Las ramas hacían un eclipse con ella y la estrella titilaba como las pequeñas hadas. Era la reina...
La hoja tapaba la luz lunar y los lobos se acercaban. Ahora las luciérnagas estaban escondidas y los lobos corrían de un lado al otro. Ya no sabían donde estaban... Pero había una escopeta en el medio de los árboles.
... Los ladridos hablaban, se reían, se comunicaban; y un gorila observaba desde lo lejos. Estaba afuera del huevo...
Los árboles tenían caras. Había un pene en el árbol que se hacia pasar por fantasma, o quizás tomaba al árbol con olor a frutillas y a chancho.
Había dos guardias rodeando a las chicas sentadas en el medio del jardín sobre una manta blanca, bajo la luz de la luna.
... Movieron a uno...
Estaba en la postura del niño el perro y saludaba con un beso.
Desde lejos alguien gritaba: "¡Yo no fui nadie y me falta el aire!"
Mientras la bruja se apoyaba arriba de una casa como si fuera su cama.
De repente se escucha una canción de Gilda y dos pinos se amaban en silencio.
Había un rostro que aparecía, entre los árboles y el cielo, con labios oscuros y los ojos negros. Su rostro era del color de la noche y miraba melancólico con un arma que lo apuntaba. Por su cara recorrían venas que eran las ramas de los árboles. Parecía de una película: "Premoniciones".
Premoniciones: Se acercaba por el costado la mitad de otro rostro, partido por el tronco del árbol y deformaba el del color de la noche. Ahora se lo veía torcido y de costado, con cara de hombre león o vampiro, y sus colmillos iban creciendo mientras abría la boca. Con ganas de morder el globo y se excita.
... Quizás, para que me vaya de acá...
Yanin